Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades – Una montaña rusa llamada vida

 En clases de redacción creativa es usual que el instructor le dé la siguiente sugerencia al aprendiz: “cuando busques lo que quieres decir, parte de lo que conoces”. Parece lógico, mas la tentación inicial es usar conceptos populares ya probados en lugar de elementos de nuestras propias vidas que hagan dudar de su relevancia para otros. Pero aún en los relatos más personales y específicos de otros es posible encontrarse a uno reflejado y ser impactado grandemente. Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades, estrena hoy en ambos cines Fine Arts de la Isla como una propuesta muy personal de su autor, pero con muchos elementos que la hacen fácil de conectar con el público. 

A simple vista, Bardo es una comedia surrealista que también guarda mucho drama entre sus pintorescas imágenes. Escrita y dirigida por Alejandro González Iñárritu –renombrado cineasta y ganador de cuatro Premios Óscar– la película sigue la vida de un famoso periodista y documentalista mexicano, Silverio Gama (Daniel Giménez Cacho), quien luego de cosechar gran éxito en los Estados Unidos regresa a su patria para reconectarse con su identidad, su familia y sus recuerdos, así como con el pasado de su país y una nueva realidad que no reconoce. Si se conectan estos detalles al autor principal de la obra, Iñárritu, se puede encontrar elementos similares que la hacen parecer una obra casi autobiográfica.

Para hablar sobre Bardo, es necesario comenzar por su título. En la antigua Europa, un bardo era la persona encargada de transmitir historias, leyendas y poemas de manera oral. Interesante porque tanto el personaje principal, Silverio, y el autor de la obra, Iñárritu, tiene profesiones encargadas de contar historias, ambas en medios de comunicación. Pero el filme parece inspirarse mayormente en la interpretación budista de la palabra, pues bardo, en idioma tibetano, representa un “estado intermedio o transicional”, el estado del espíritu entre la muerte y la siguiente reencarnación. Esta sí conecta de muchas maneras con el personaje principal, cuyo estatus como emigrante de México a Estados Unidos lo deja en un punto intermedio entre ambos países, lo que impacta de igual manera a su familia, el éxito de su carrera y su propio sentido de identidad. Este tema parece impactar además el propio estilo de la obra, pues está dirigida como si fuera un sueño, por momentos haciendo cuestionar si lo que ocurre es real o imaginado. 

Iñárritu está en control total de esta obra, desplegando su gran talento tanto en el libreto como en la dirección para llevar un filme que desde su comienzo se siente como toda una experiencia. La historia es una distinta a la que normalmente se esperaría pues en lugar de tener una narrativa conectada y clara, la sensación de estar en un sueño se logra en transiciones inesperadas entre escenas, sucesos por momentos desconectados que adelante pueden repetirse y ser mostrados en otro contexto y hasta imágenes con elementos borrosos o alterados. El uso de los escenarios para resaltar el conflicto emocional del personaje y la aplicación de efectos prácticos en muchos de ellos para también representar ese estado entre el sueño y la realidad se logra de manera magistral.

Como toda obra en nuestros tiempos, Bardo no está libre de críticas. Su duración ha sido motivo de discusión, pues originalmente Iñárritu presentó en el Festival de Venecia un corte de 2 horas y 54 minutos que generó desagrado por lo extensa. Luego de esto se redujo 22 minutos de ese corte original, pero actualmente la duración de la versión disponible varía según la fuente, por lo que aún resulta un tema confuso. Aparte de la extensa duración, algunos la han considerado demasiado personal y pretenciosa, al punto de resultarles una película de todo y a la vez de nada.

Ese preciso detalle es lo que a mi entender funciona tan bien en esta película. Proyectar la arbitrariedad, la magia, la emotividad, la inconsistencia y la confusión que muchas veces define la vida, en particular a los recuerdos de lo vivido, es un gran logro de este filme. La manera en que también detalla el conflicto que se vive en países donde la migración es constante es otro gran acierto. Toda persona que debe decidir entre permanecer en su país o buscar una mejor vida en el extranjero o los que finalmente deciden mudarse pueden identificarse de una manera u otra con el personaje titular. Dentro de ese mismo tema, el concepto del éxito en esas condiciones se discute de una manera muy relevante a estos tiempos.

Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades definitivamente se siente como una película muy personal, con ideas y discusiones que evidentemente intrigan a su autor principal. Pero esto no le resta a la experiencia que otras personas pueden tener con esta película. Los temas que se tocan son mayormente universales y la manera en que se proyectan es tan hermosa e impactante visualmente que todos deberían vivir la experiencia de ver esta gran obra cinematográfica.

Compañías: Estudios Churubusco, Redrum. Netflix (Distribuidora)

Dirección: Alejandro González Iñárritu

Guión: Alejandro González Iñárritu, Nicolás Giacobone

Género: Comedia | Drama

Clasificada: R

Duración: 2:39

Calificación: 4/5