En el 1996, el junte entre Michael Jordan y los Looney Tunes, nos dejó un legado con Space Jam, un clásico del cine que recaudó $250.2 millones. En el 2003, los Looney Tunes volvieron a la acción en la pantalla grande con Looney Tunes: Back In Action, pero sin éxito en la taquilla, con recaudos de solo $68.5 millones mientras tenía un presupuesto de $80 millones. Ahora en el 2021, intentan repetir la fórmula de 1996 para dejar un nuevo legado, ¿pero lo logra Space Jam: A New Legacy?
La secuela Space Jam: A New Legacy nos muestra a LeBron James y su hijo Dom atrapados en un espacio digital por un algoritmo rebelde (Don Cheadle). Para poder regresar sanos y salvos a su hogar, LeBron hace una alianza con Bugs Bunny, Daffy Duck y algunos de los Looney Tunes (bye, bye Pepé), para ganar un juego de baloncesto en contra de los campeones digitales del algoritmo, un equipo con súperpoderes llamado el Goon Squad.
Datos importantes a considerar antes de leer esto: Soy fanático de los Looney Tunes, soy fanático de Michael Jordan, no soy fanático de LeBron James.
La nueva Space Jam muestra un espectáculo visual con la calidad de la animación. Los personajes y sus texturas en 3D están muy bien logrados, pero más allá de eso, ¿qué nos ofrece?
Como punto de arranque, nos muestra un drama paterno-filial, en el que LeBron James obliga a su hijo Dom a enfocarse en el baloncesto, cuando realmente lo que quiere hacer es diseñar videojuegos. La actuación de LeBron James se quedó en las canchas de la NBA, cada vez que se tira al piso y pone caras para que le canten las faltas a sus contrincantes. Lo que hace en esta película hace que extrañemos a Jordan aún más. En contraste, tenemos más vida de parte de Don Cheadle como algoritmo, que de James como humano.
Me resultó curioso que mientras que la Space Jam original nos presenta a la familia de Jordan como era en ese momento (claro, pero con actores), en la nueva le cambian los nombres a la esposa e hijos de James. O sea, tenemos a LeBron interpretándose a sí mismo, pero con otra familia que no es la de él.
A New Legacy es una película de momentos. Tiene sus momentos graciosos, cuya mayoría están en manos de los Looney Tunes.
Entre las cosas que hace el filme, está el mezclar propiedades intelectuales de Warner Bros. con los Looney Tunes. Mientras que esto podría resultar innovador para algunos, realmente es algo que ya hemos visto de parte del mismo estudio en varias películas, como The LEGO Batman Movie (2017) y Ready Player One (2018). Esto termina siendo lo mejor del filme, aunque no sea ya novedoso. Entre estas mezclas, vemos además a un público mixto de personajes reconocidos durante el juego de baloncesto en el mundo digital, pero más bien están puestos ahí, de relleno, haciendo movimientos ‘random’, que a fin de cuentas uno ni sabe a cuál de los dos equipos están apoyando.
Algo que consideré que estuvo al garete, fue el juego de baloncesto en sí. Las puntuaciones terminaban siendo completamente aleatorias, con puntos por estilo que ni tenían sentido. O sea, terminan jugando un juego que parece baloncesto, pero no es baloncesto.
En la original, parte de la gracia estaba en ver a las otras súperestrellas de la NBA jugando sin sus destrezas, y buscando ayuda para poder lidiar con su nueva situación carente de talentos deportivos, luego de que los Monstars les robaran sus poderes. O sea, teníamos en la película a cuatro de los grandes del Dream Team de las Olimpiadas del 1992: Jordan, Larry Bird, Charles Barkley y Patrick Ewing. Todo eso se perdió en esta versión digital, donde los integrantes del Goon Squad son solo monstruos con poderes y sobredosis de efectos visuales, basados en otros deportistas de la NBA y WNBA.
En cuanto a lo musical, la secuela tampoco tiene una canción emblemática como lo fue en su momento “I Believe I Can Fly” para la primera Space Jam.
Más allá de entretener, el filme tiene un mensaje positivo, pero tan pronto establece el conflicto, ya uno se puede imaginar cómo termina el desenlace.
Las nuevas generaciones probablemente disfruten de Space Jam: A New Legacy, pero aquellos que, como yo, crecimos con Space Jam, quizás salgan con un vacío, pensando que ahora muchas cosas son más glamorosas, pero más carentes de sustancia. Al menos, ese fue el legado que dejó este nuevo filme en mí. ¿Me entretuvo? Sí. ¿La debo tener en mi colección? No.